lunes, 6 de agosto de 2007

soledad

Martes.
Llevo un mes durmiendo solo. Nadie se merece tanto frío. Paula ni siquiera me ha llamado para venir a recoger sus cosas. En vano sigo marcando su número cada mañana y cada noche. Nadie contesta. Cada vez que cuelgo el teléfono siento frío. El mismo frío que ahora congela mis pies bajo la inútil manta que ella me regaló. Me pregunto para qué sirve registrar por escrito mis lamentos. Las palabras salen del bolígrafo tiritando de frío. Pero al menos las palabras no están solas. Se tienen unas a otras y se acercan para darse calor. Ojalá yo fuera una palabra.

Miércoles.
Llevo un mes y un día durmiendo solo. La manta que compré ayer me ha proporcionado el calor necesario para dormir diez horas sin interrupción. El despertador me abofeteó hace quince minutos, pero no pienso ir al trabajo. El trabajo no está tan blando como la cama. No me importa que me despidan. En ningún lugar voy a estar más a gusto que abrazado a mi almohada. Esta suavidad sólo es comparable a la del sueño o la muerte. Creo que tomaré un somnífero para seguir durmiendo. Pero sólo uno.

2 comentarios:

Javier Puche dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
belén dijo...

son preciosos..realidades fugaces que sólo algunos(quizá todos?)tienen la suerte y la desgracia de vivrlas..sorprenderte verlo descrito con tanta belleza..